¿Quién soy?

¿Sabes tú quién eres?, pues yo tampoco. Puedo citar una breve descripción que de Motoret hizo una co-forera y buena ciber-amiga, Kawalesana, basándose en mi avatar, y que me definió mejor de lo que yo mismo hubiera podido:

Avatar de Motoret
Avatar de Motoret

«Voy a por ti Motoret. Tu avatar… veamos: es una foto de una persona, tu mismo, te gusta como eres. Vas en moto, indica tu pasión. Bien equipado, supongo que como vas en marcha debes ir así, pero me imagino que también protege tu intimidad y solo la mostrarás a quien confíes. Es un primer plano, te van las distancias cortas, eres directo y sincero. Vas en linea recta, no vienes de una curva supercerrada, ni en circuito, te gusta lo sencillo y disfrutar de cada pequeño detalle, no pretendes demostrar nada, sólo una persona sencilla que disfruta con lo que hace.«

El nick de Motoret se lo debo al humorista valenciano Don Pío, creador del personaje, y me permite hacer bueno aquel dicho que reza “cuando nos reímos de nosotros mismos, evitamos que lo hagan los demás”. Por no nombrar el hecho que era muy adecuado para la temática motera del primer foro al que entré (en realidad grupo de Usenet, el inolvidable es.charla.moteros). A estas alturas no es difícil imaginar que soy valenciano, y residente en Valencia (dato para discriminarme de otros «Motorets» que pululen por la red).

En lo personal, Motoret es mi alter ego virtual, que si bien es un fiel reflejo de mi manera de ser y de pensar, está muy liberado de los convencionalismos y compromisos que, queramos o no, nos impone nuestra vida en sociedad. Así que la invención del verbo «motoretear» es para mí una referencia pura en la conducción de mi vida real y expresa la búsqueda de lo correcto desde la sencillez, franqueza y honradez de la que hacía gala el Motoret del gran Don Pío. Pienso, luego motoreteo.

Cuando estoy subido a mi moto, enfundado en el mono y el casco, siento un éxtasis de paz y felicidad difícilmente explicable. Ver una curva, elegir una trazada, ejecutarla con precisión y acelerar a la salida me proporciona una satisfacción indescriptible, aumentada cuantas más curvas se enlazan. Atrás quedan problemas, preocupaciones y malos humores. No hay nada como mi moto para recuperar la sonrisa y la perspectiva de las cosas. Siempre he dicho que la Motorina 750 mg es la mejor medicina contra esos nubarrones que a veces a todos amenazan (750 por la cilindrada de mi máquina). Supongo que cada cual encontrará estos fantásticos efectos en sus propias pasiones.

Cuando mi mayor preocupación era no llegar tarde al colegio y a qué iba a jugar por la tarde, todas las mañanas el vecino de enfrente sacaba su moto, la arrancaba y la dejaba calentar mientras se ponía el casco y los guantes. Recuerdo que en cuanto oía el embriagador sonido del motor acudía corriendo a la ventana a admirar la maravillosa máquina. Hasta que llevado por el sonido del motor entrado en revoluciones y su escapes, la moto desaparecía calle abajo. Era una Kawasaki GPX600R, y la culpable del veneno motero que corre por mis venas e incluso de mi «kawasakismo» declarado aunque no fanático. En la actualidad disfruto de una soberbia Kawasaki Z750S, negra como la noche. Está presentada en la entrada correspondiente.

Soy de los que pienso que para vivir hace falta aire, agua, algo de comida y una persona a la que querer y que te quiera (llámese persona amiga, pareja o como se quiera). Pero la moto, para mí, es una de esas cosas que me hace sentir vivo  con mayor intensidad y que da un valor añadido a la vida, por lo que me hace sentir.

El mundo de la moto es tan variado y tiene tantas caras como la vida misma. Desde el principio elegí el negro asfalto para disfrutar de la moto (tampoco he tenido muchas opciones de elegir otro medio, como el campo). Al principio yo también me vi tentado por la velocidad de vértigo, las aceleraciones meteóricas y la lucha contra el crono. Debo decir no obstante que, por muy diversos motivos, siempre he tenido mucho respeto a la carretera, de modo que no he buscado la adrenalina en las vías públicas. He dado rienda suelta a mi (humilde) pilotaje en algunos circuitos… en el pasado. No descarto volver a entrar en alguno, pero donde mi dimensión motera cobra su más amplio sentido es cuando cargo a mi Dragón Negro de equipaje y nos vamos de viaje. Es lo más cercano a la libertad que he conocido.

Soy motero… ¡qué le voy a hacer!.


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